Good bye, sweet avatar
Que a lo mejor mis ideas son pueriles, pues nada, que me delate mi inmadurez y que te confunda mi edad.
Da igual lo que diga mi signo, a mi me cuesta no idealizar el pasado, a mi me cuesta mucho pasar página y más que tener miedo a perder el amor -siempre que pensé que lo tuve- de hecho le tengo mucho más miedo a tener que reinventarme.
Recuerdo una publicación vieja de un amigo en la que se quejaba de que cuando una relación se acaba nos encuentra en un proceso de transformación que tenemos que parar y aparte de que cuesta pararlo, cuesta deshacerlo y retroceder. Una separación nos encuentra jugando una partida de un juego en el que pensabas que te estabas perfeccionando y antes de acabarlo te das cuenta de que ya nadie más está jugando contigo, y que no hay nadie que conozca ese juego, que hace tiempo que se ha descatalogado y que el último otro jugador ha abandonado. Además, sería un insulto pedirle a alguien que siga de donde el otro lo ha dejado. Y así el duelo empieza por empezar a olvidarte de tu rol, por volver a ser más o menos neutral para que puedas, con suerte, empezar otro juego con otra persona.
Ah, que tú no quieres así? Pues yo sí.
Y así me encuentro de nuevo en mi estado neutral, en el que estoy acabando de soltar las últimas manías adorables adquiridas en el último juego. Y en este momento me encuentro con ese pequeño soplo de aire que me falta, cuando ya le doy la espalda a mi avatar. Cuando le doy alas a otras pasiones que ya no tienen nada que ver con las últimas.
No es la primera vez, ojalá sea la última. Pero añoro a mi avatar, tal como añoré y tuve que olvidar a la anterior, la saludo desde lejos y le recuerdo que me había encantado esa versión de mi misma.
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